En la actualidad, la humanidad está, estuvo y estará
lidiando con un problema que ellos mismos crearon a través de acciones
arriesgadas gracias a la necesidad. El medio ambiente es el claro afectado en
este asunto, no obstante, la extinción de especies es la delgada línea que
divide la esperanza a un supuesto cambio de un desequilibrio abismal en la
naturaleza sin retorno alguno. Las causas de esto son claras acciones humanas,
la deforestación, contaminación, caza y las grandes construcciones son actos
que van en contra al fino equilibrio del medio ambiente, abusando de estas
acciones resultaran en una pérdida alarmante de la biodiversidad. El eje por el
que rondan todos estas causas problemáticas es la ignorancia humana, la falta
de concientización es el factor que como producto tiene a estos ejemplos
mencionados. Al no enseñarles a las personas cómo impactar lo menos posible al
ambiente o qué no hacer en situaciones específicas, las consecuencias van a ser
radicales.
Es más, existen casos en el que para preservar una especie o
agrandar su población por interés económico da como resultado una alteración al
ecosistema desequilibrando la naturaleza del lugar. Poniendo como punto la
llegada de los españoles a América, la vaca, el caballo, la oveja y entre otros
fueron introducidos aquí para beneficiar a los conquistadores, estas especies
no son originarias del lugar y, en su momento, causaron un impacto en la
sociedad y en el ambiente. Hoy en día se conocen muchos ejemplos que justifican
por qué se realiza la introducción animales a nuevos hábitats. En Entre Ríos
hubo un caso iniciado por la Dirección de Parques Nacionales en el que se
introdujo el ciervo colorado a un nuevo ecosistema, éste se adaptó y se
reprodujo. El resultado para esta especie fue favorable, pero no para el ciervo
de las pampas que al ser de menor tamaño y dependiente del mismo tipo de
alimento que el colorado, se puso en riesgo de extinción su existencia al igual
que la planta que ambas especies necesitan para comer. Claramente, el
desconocimiento por parte de este grupo de personas puso en jaque el futuro de
la biodiversidad de la zona. Otra razón por la cual es utilizada la
introducción de especies se debe a la caza deportiva, al “sobrepoblar” un área,
la matanza de estas especies -como la trucha y el salmón- no generarán un vacío
en la biodiversidad acuática ya que abundan en el lugar. Sin embargo, al cazar,
otras especies ajenas serán arrastradas y, en consecuencia, la extinción será
inminente ya que no se ha priorizado la presencia de los otros animales.
Pero claro, puede haber cierta ambigüedad moral a la hora de
tomar la decisión de introducir una especie foránea a un ambiente. En un
hipotético caso, un productor de frutas decide cambiar sus cortinas forestales
de álamo criollo, plantando a cambio álamos blancos y azules, especies
exóticas. La razón por este cambio es que el productor ya no quiere combatir
contra el bicho canasto, una plaga que azota a los álamos criollos, y éste no
sería un problema con los álamos introducidos en lugar de los autóctonos. Sin
embargo, esto es tan peligroso como la introducción de cualquier otra especie.
Está presente la posibilidad de que, al no tener un depredador natural en el
área, la especie introducida se convierta en plaga, sacándole lugar a otras
especies autóctonas, lo cual pondría en desequilibrio a la flora y fauna de la
región. Sin embargo, la ambigüedad moral yace en que si el productor busca
obtener ganancias de su plantación, la única otra opción que va a tener es usar
insecticidas químicos, los cuales son muy perjudiciales para tanto la fauna
autóctona como para cualquier población humana en la zona. Ahí está presente
una difícil elección moral para el productor: poner en peligro al ecosistema
introduciendo una especie foránea, o poner en peligro al ecosistema utilizando
químicos tóxicos. En situaciones así, no es tan fácil elegir el menor de dos males.
La ignorancia humana sigue presente en el hecho que a veces es mejor abstenerse
de hacer una decisión como ésta si se tiene como objetivo el bienestar del
medio ambiente.
Otro caso que demuestra las duras consecuencias de la
ignorancia humana es el conocido asunto del yaguareté. Este feroz animal
cumple, como buen depredador, un rol fundamental en el mantenimiento del
balance biológico en su territorio, y su presencia asegura la existencia de
otras especies con menores requerimientos en la zona. Sin embargo, ya no es
noticia que el yaguareté fue prácticamente extinto por su caza indiscriminada
durante los últimos siglos. En un momento fue tomada como una especie
“peligrosa”, por lo que se promovía su caza a gran escala. Al ser sostenido
este comportamiento por varias décadas, los números de yaguaretés disminuyeron
exponencialmente. Hoy en día es una especie protegida, y mucha gente busca
asegurar que la extinción del yaguareté no llegue. Pero el daño ya está hecho,
y la ignorancia de nuestros ancestros la estamos pagando nosotros hoy en día.
Esto sirve como recordatorio para nuestra generación de que nuestras acciones
siempre van a tener consecuencias, que podemos perjudicar a las generaciones
futuras (es más, lo estamos haciendo). Como especie debemos hacer lo posible
para dejarle a nuestros descendientes la menor cantidad de “deudas” al medio
ambiente, y superar nuestra ignorancia. Para citar a un conocido proverbio
indio “La Tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de
nuestros hijos.”
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